Los muros de la riqueza
esconden llantos y dolor.
Las calles están desiertas,
se teme a la luz del sol.
El rojo de los inocentes
es un río camino al mar.
Pagan justos por pecadores,
y no existe la libertad.
Los bosques ya son cenizas,
Irlanda no existe ya.
Las ballenas son sólo historia,
y es lodo el agua del mar.
La codicia ha arrasado en la India,
ya sólo hay cucarachas en Irak.
En Japón ya nadie respira
y no quedan hindúes ya.
Un buitre se asoma y vigila:
un perro muere en un peldaño.
La peste se expande por las calles;
la limpieza es ya cosa de antaño.
Los ricos nos han robado,
con mentiras nos han cegado,
y un hombre se concede lujazos
en la Ciudad del Vaticano.
Desvelar mi nombre no debo
tras mostrar mi indignación,
pues ahora me persigue
una nueva Inquisición.