Anclado en el puerto
hay un gran barco.La tarea es fácil:
sólo hay que llenarlo.
Y no se complican:
van llegando esclavos.
Ellos van subiendo.
Van encadenados.
Pero no lo saben,
pues no tienen tacto,
no tienen oído,
sus ojos vendados.
También los marinos
lo hacen sin ver;
sólo el capitán
sabe todo bien:
pues donde están ciegos
el tuerto es el rey.
¿Y a dónde va el barco?
¿A dónde se irá?
Pues nadie lo sabe...
Total, qué más da.